martes, 24 de febrero de 2015

CARMEN BARONA

Nació en Ambato en 1866. Sus padres fueron Ángel Barona y Rosario Guzmán.

Carmen de Jesús Barona Guzmán era de gran belleza física y de una conducta intachable. A los diecinueve años tomó los hábitos negros de las Hermanas Terciarias Dominicas, entregándose a varias obras sociales, como el “ropero del padre”.

A los veintitrés años comenzó a prestar sus servicios como enfermera del Hospital de Sangre de Ambato.

Luego, conformó la Asociación de San Vicente de Paúl y el Comité de Misiones Dominicas en el Oriente Ecuatoriano.

Carmen Barona servía a todo prójimo necesitado, besando las manos de los que le pedían caridad. Mantuvo siempre las facultades intelectuales, morales y físicas equilibradas, mientras que, con voz encantadora entonaba canciones piadosas a la virgen María.

El poeta Pablo Balarezo Moncayo en su libro “Maravilla de Ambato”: “no podía faltar en Ambato una flor de inmaculada blancura, de fragancia verdaderamente celestial, escondidas en el retiro de su vida de grandes virtudes. Carmen Barona Guzmán nació predestinada para el bien sobre la tierra, para guardar en su corazón vaso de santidad, llama de dulzura y diáfana flor de amor y de esperanza, todas las bondades humanas dignificadas y engrandecidas a través del espíritu jesucristino que ella supo comprender y aquilatar en toda amplitud en que es posible que un ser mortal y terreno aquilate y comprenda la esencia de la Divinidad…”

Con gran fortaleza y perseverancia todas las buenas obras que empezó, las termino, todas. Su vida ejemplar y sus virtudes comenzaron a ser reconocidas por el pueblo ambateño desde que ella era muy joven. Se entregó por completo al servicio religioso,  dejando a un lado las riquezas que le correspondían por amor a Cristo y en beneficio de los pobres y necesitados.

En verdad fue una santa, una de aquellas pocas almas privilegiadas que vienen al mundo a contrarrestar con sus méritos todo el conglomerado de odio, hipocresía, maldad, aversión y de tinieblas  que se esconde en el convivir humano.


Falleció en Ambato el ocho de noviembre de 1932, dando testimonio de una vida plena de obediencia, pobreza y sacrificio personal.

TERESA FLOR

Teresa López de la Flor y Egüez nació el 12 de mayo de 1796 en el sector de Las Viñas, a orillas del río Ambato y a poca distancia de la ciudad. Lugar recordado por su exhuberancia de vides, flores y aves.

Sus padres fueron Joaquín López de la Flor y Juana Egüez.

“A la muerte de sus padres pasó al cuidado y protección de su tío materno, don Mariano Egüez, con quien se unió en matrimonio. Ilustre hombre ambateño, prócer de la independencia y como tantos, amigo de la libertad de los hombres y de los pueblos”.

Lógico es que, siendo esposa de un prócer y hermana de otros dos: Vicente y Francisco Flor, su participación en la gesta de la independencia fue decidida. La historia menciona de la correspondencia establecida entre ella y Rosa Zárate, y de la habilidad para convencer al Corregidor Ricaurte, para que dejara cierta libertad de acción a los próceres del 12 de Noviembre de 1820, y que él mismo se inclinara en la búsqueda de nuestra libertad.

A la muerte de su esposo se unió en segundas nupcias con Tomás Borja y Tinajero, con quien no procrearon hijos, según dice en su testamento doña Teresa Flor: “por no haber consumado el matrimonio y haber iniciado pleito sobre nulidad, el cual quedó paralizado por haber fallecido el referido Tomás Borja”.

Cuando aún no estaba abolida la esclavitud en nuestro país, Teresa Flor dejó en libertad a María Juliana Matute y sus tres hijas, de raza negra, aunque sí “con el deber que acompañe y sirva a mi hijo José Mariano”.


Luego de volver a enviudar, pasó en soledad sus últimos años en su quinta de Cashapamba, disfrutando de todo aquello que aprendió a amar desde niña. Flores, árboles y aves fueron sus compañeros hasta su muerte, acaecida en 1859.

BLANCA MARTÍNEZ

Nació en Ambato el 5 de octubre de 1897. Sus padres fueron Luis Alfredo Martínez y Rosario Mera Iturralde.

En sus primeros años creció bajo la mirada tutelar de una madre amorosa y comprensiva. La fatalidad la deja huérfana de madre a los ocho años y de padre a los doce. Sus estudios los realizó en el Colegio de La Providencia.

Vivió en un ambiente ecológico ya desaparecido, pero en el cual es posible que, por las aromadas quintas de Atocha y La Liria, se conserven en el susurro del viento que pasa acariciando las copas de los árboles, los ecos de los cantos de los poetas familiares.

Se inició en la vida pública cuando ocupó la Presidencia de la Cruz Roja en Ambato. Después pasó a desempeñar, con verdadero lucimiento, una cátedra en el Colegio Bolívar, hasta que fue llamada a Quito, para reconocer sus méritos de maestra y ser nombrada Rectora del Instituto Normal “Manuela Cañizares”.

Circunstancias personales la obligaron a cambiar esa rectoría por su antigua materia en el colegio de su ciudad.

Ejerciendo su fecundo apostolado de enseñanza secundaria, la encontró el entonces presidente Velasco Ibarra, la sacó de sus labores docentes para nombrarla Vicecónsul del Ecuador en Boston, Estados Unidos. Después y con el mismo mandatario, fue nombrada Directora Provincial de Educación de Tungurahua.

Sus últimas funciones fueron como Directora de la Casa de Montalvo, y consecuentemente también de la revista que con el mismo nombre se ha venido editando durante muchos años. Entonces realizó una dinámica y asombrosa labor como fiel guardiana de la memoria del gran ambateño, que para ser Cosmopolita,, fue también el “Solitario de Ficoa”.

Doña Blanca Martínez Mera de Tinajero consta en la cronología de las mujeres escritoras del Ecuador como la primera novelista. Escribió y publicó tres novelas: “En la paz del campo”, “Purificación” y “Luz en la noche”, que fueron acogidas con gran entusiasmo por la crítica. Aparte de sus novelas, como escritora son muchos los discursos, conferencias y artículos sueltos, trabajos hechos ya como Directora de Educación o como Directora de la Casa de Montalvo.

Se dijo de doña Blanca: “He aquí una mujer superior, he aquí una alta personalidad, he aquí un valor humano, resultante de la conjunción de dos estirpes espirituales privilegiadas. Además, se explica la gallardía de su intelecto, la rectitud de su carácter, la rebeldía de su espíritu, por la esencia moral que para la dama significa el magisterio de don Juan Montalvo”.


Los restos de Doña Blanca reposan en el Cementerio La Merced de Ambato junto a los restos de su padre y de su hermano, Edmundo. Falleció el 20 de junio de 1976.

jueves, 19 de febrero de 2015

CARLOS ALBERTO SEVILLA CEPEDA

Nació en Ambato el 18 de enero de 1930. Sus estudios primarios y secundarios los realizó en el colegio particular Pensionado Mera (La Salle).

En su adolescencia escribió algunas obras literarias, entre ellas se conocen "Llanto seco", su primera obra-relato, de un poderoso contenido humano. Los estudios superiores los continuó en la Universidad Central, donde se graduó como Doctor en Jurisprudencia. Fue ex rector del Colegio Bolívar y profesor de filosofía, letras y autor de varias obras literarias.

Sentado en su escritorio y escribiendo sus historias, son algunos de los recuerdos que quedaron grabados en la mente de los cuatro hijos de Carlos Sevilla.

Carmen Sevilla, una de sus hijas, guarda los mejores recuerdos de su padre, entre ellos un porta retrato cubierto de filos dorados. No obstante, el regalo más preciado es precisa-", mente un ejemplar original de la obra 'Llanto seco' escrito en 1965, en el que cuenta sus memorias del corazón. Cuando Carmen tenía 9 años, veía a su padre ensayar sus escritos recitándole a su madre, que era su correctora y principal crítica.


Don Carlos Sevilla era un gran pensador y literato, pero también dueño de cierta chispa para sorprender, improvisar e inventar chistes de la nada.


DR. MIGUEL ANGEL ALBORNOZ TABARES

Considerado una de las mentes más brillantes que tuvo el país de finales del siglo XIX, fundador de varios periódicos, profesor del Colegio Bolívar de literatura y varias veces diputado por Tungurahua.

Miguel Ángel Albornoz Tabares era muy joven cuando en Guayaquil estalló la Revolución Liberal del 5 de junio de 1895. Se identificó con los principios ideológicos que lo motivaron a ingresar a la vida pública del país asistiendo a la Cámara de Representantes como Diputado por Tungurahua. En 1905 fue llamado a ocupar la Dirección de Estudios de Tungurahua, cargo al que tuvo que renunciar poco tiempo después.

Fue periodista, escribió en varios semanarios, ocupó además la presidencia de la sociedad literaria Fígaro. Al triunfo de la revolución Juliana de 1925 alternó el periodismo con trabajos contables.

“Fue motivo de satisfacción descubrir el busto de mi padre frente al colegio Bolívar, en la ciudad de Ambato", dijo Vicente Albornoz Dávalos, hijo del personaje. Recordó además el gran cariño que tenía su padre por la tierra que le vio nacer y en la cual recibió su '; educación y primeras enseñanzas, sentimiento que supo transmitir a todos sus descendientes con el f ejemplo.


Para Vicente, su padre era una persona muy trabajadora, quien en las diferentes actividades en que se ocupó a lo largo de su vida hizo las cosas con pasión; fue un perfeccionista y en muchos casos un innovador; tenía además el don de contagiar entusiasmo a quienes le rodeaban y colaboraban con él.


JOAQUIN LALAMA CONSTANTE

Nació en Ambato en 1795. Fue el mentalizador para la creación del Colegio Bolívar, el 27 de abril de 1861; estuvo casado con Isabel Villacréces, quien era prima hermana del historiador Pedro Fermín Cevallos Villacréces.

En 1859, en su propia casa se dictaban las primeras clases, siendo el primer rector don Francisco Javier Montalvo. Contribuyó al engrandecimiento educativo ecuatoriano luchando por la falta de recursos, acudió así a los poderes públicos hasta alcanzar el apoyo necesario para cristalizar su sueño.


Su tataranieto, Fernando Naranjo Lalama, actual Prefecto de Tungurahua, en su alocución durante la entrega de los bustos, no dejó de mencionar el aporte positivo a la cultura y educación que dejó Lalama Constante. Resaltó además su generosidad al entregar su casa para que sea santuario del saber, donde actualmente funciona el reconocido Colegio Bolívar en el centro de Ambato.


DR. ALONSO CASTILLO VILLACRES

El 4 de junio de 1902 nació en Ambato, en un hogar de numerosos hermanos donde se cultivaban la lectura y los saberes.

Los estudios secundarios los realizó en el Colegio Nacional Bolívar, siendo designado en 1920 el mejor alumno de su promoción, fue ayudante de Química en el mismo plantel; a los pocos años ingresa a la Universidad Central en Quito. Allí consiguió el doctorado en Química y Farmacia. Ex rector y profesor del Colegio Bolívar, se destacó en el campo científico, cívico y educacional, fue concejal y vicealcalde de Ambato en 1952. En abril de 2000 fue recordado por la Casa de la Cultura Núcleo de Tungurahua como el "Maestro del Siglo".


Alonso Castillo dejó un tesoro lleno de enseñanzas, valores y sobre todo el amor a la lectura a sus cinco hijos, quienes lo recuerdan como un hombre bueno, especial y amable con los humildes.

Eloísa Castillo, una de sus hijas, recordó la alegría de haber tenido una familia unida y agradecida con Dios y de saber que el legado cultural y social de su padre no ha sido olvidado. El sentimiento de agradecimiento y cariño se plasmó en sus corazones porque, dicen, "nos guió y regaló la mejor educación a todos."


DR. JORGE ISAAC ROVAYO TORRES

Sus estudios primarios los cursó en el Liceo Montalvo y la secundaria en el Colegio Bolívar. Quedó huérfano de madre a los catorce años. Fue fundador y primer Presiden te de la Casa de la Cultura Núcleo de Tungurahua que en 1931 ganó el concurso literario en el  Colegio Bolívar con el tema "Canto a Bolívar", fue colaborador del Diario Crónico y Procurador Síndico del Municipio.

Terminó sus estudios obteniendo el  Premio a la Excelencia, al ser declarado como el mejor estudiante del Bolívar en 1931, año en el que obtuvo el título de Bachiller en Humanidades Modernas.

Viajó a Quito a la Facultad de Jurisprudencia en la Universidad Central, siendo elegido representante estudiantil del Consejo Universitario por dos ocasiones.

Fue uno de los mejores escritores que ha tenido Ambato, que trascendió a nivel nacional por su trabajo literario y de opinión en la prensa de aquel entonces.

“Hombre soy y todo lo que se refiere al ser humano no me es extraño", pensamiento que no siendo de él lo acogió y sobre todo aplicó en todos los actos y ámbitos de su vida; así lo señaló Jorge Rovayo Mancheno, hijo. Quien además agradeció a la vida y a su queridísimo padre, que les enseñó a querernos y a ser mujeres y hombres de bien, pero sobre todo a tener el orgullo de ser ambateños a pesar de estar mucho tiempo fuera.


El ilustre personaje tuvo cuatro hijos con su querida esposa Helva Mancheno, quien fue el eslabón que unió a parientes y amigos para conformar una ampliada familia. El recuerdo ahora permanece en la memoria de toda su familia que asegura sentirse orgullosa de que el nombre de este personaje no haya quedado guardado sólo en su memoria.

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