miércoles, 23 de marzo de 2011

JUAN BENIGNO VELA HERVAS - BIOGRAFIA


POLITICO Y ESCRITOR.- Nació en Ambato el 9 de Julio de 1.843. Hijo legítimo de Juan Pío Vela Endara, agricultor muerto joven y de Mercedes Hervas Hidalgo, ambateños; hija del ilustre prócer José Joaquín Hervas López- Naranjo, que ya octogenario descargó su trabuco sobre las tropas realistas en la plaza de Mocha y mató a varios soldados, siendo asesinado enseguida.

En la escuela de Ambato descolló por su talento y buena memoria y después siguió un concurso de Latinidad y Gramática con el Prof. Miguel Francisco Albornoz. En 1.859 viajó a estudiar al colegio “Vicente León” de Latacunga, hospedándose donde sus primos los Endara. El rector Francisco Javier Montalvo lo nombró secretario interino para ayudarlo. Allí concluyó el curso de Filosofía e inició el de Jurisprudencia con el Dr. Carlos Casares de quien fue su discípulo predilecto.

En 1.863 se matriculó en la Universidad de Santo Tomás en Quito, viviendo en casa de su deuda Ramona Vásconez, mujer del Crnel. Eusebio Conde, en un cuarto junto al zaguán y para estudiar hasta altas horas de la noche hurtaba las velas de una imagen de la Virgen del Rosario que presidía el descanso de las gradas, pues era huérfano de padre y pobre de solemnidad.

Mientras tanto los abusos del régimen garciano lo llevaron a buscar la amistad de Pedro Carbo y Juan Montalvo, convirtiéndose en un fervoroso liberal y cuando apareció “El Cosmopolita” en enero del 66, fue secretario ocasional de Montalvo, sacando copias manuscritas de sus originales.

El 29 de Octubre de 1.867 rindió el grado de Bachiller en Jurisprudencia exonerado del pago de derechos y regresó a Ambato a instalar su estudio, donde pronto ganó fama y clientela. De Guayaquil “le ocupaban en representaciones comerciales y con el cobro de créditos”. Todo parecía sonreírle pues era joven, culto, alto, gallardo, viril, pulcro en el vestir y tenía apostura elegante, rasgueaba la guitarra y entonada coplas de suave melancolía; mas en enero de 1.869, García Moreno dio un golpe revolucionario, proclamó su oprobiosa dictadura y un manto negro se cirnió sobre la República. Vela se indignó y un día en Mocha, arrodillado en la misma plaza donde había sido asesinado su abuelo, prometió derramar su sangre por la libertad e intentó matar al tirano a su paso por Ambato, pero fracasó; la conjuración no tuvo consecuencias.

Al mismo tiempo se fundaba en Ambato la “Sociedad Literaria” que comenzó a editar el periódico “El Joven Literario” para depurar las costumbres y rectificar el gusto literario y artístico y se distrajo en esas pueriles aficiones. Por esos días comenzó a tener serios problemas con la vista y preocupado por la posibilidad de quedar ciego viajó a curarse en Quito, donde se enteró de la muerte en el destierro de su amigo el Dr. Carlos Auz.

Llevado por un generoso impulso pronunció el discurso fúnebre en una sociedad patriótica reprochándole al dictador la dureza de su gobierno y cuando este pasó en marzo por Ambato, prendió a Vela, lo trasladó a Quito y mandó que le dieran de alta como soldado raso en uno de los batallones de esa capital, que funcionaba en el antiguo edificio del Cuartel Real de Lima. Allí sufrió vejámenes, incomodidades y molestias en pocilgas inundadas durante siete largos meses, tildado de “bandido liberal” mientras su mal avanzaba y ante la posibilidad de que por ello cegara totalmente, el Dr. Nicolás Martínez obtuvo el indulto y el joven Vela pudo regresar al seno de los suyos, reintegrándose en Noviembre a su estudio profesional, sin volver a intervenir en política.

En agosto de 1.875 se alegró con el asesinato de García Moreno y siguiendo los consejos de Montalvo luchó por el triunfo de la candidatura presidencial del Dr. Antonio Borrero. A fines del siguiente año contrajo matrimonio con Mercedes Fernández Ortega “de buena ilustración y despejado talento, que le sirvió de secretaria en los años más críticos de la vida sin luz”.

Durante la revolución de Veintemilla estaba recién casado. El 24 de febrero de 1.877 el ministro Pedro Carbo le nombró Inspector Escolar del Tungurahua, “invirtiendo su sueldo en las escuelas pobres, proveyéndolas de bancas, pizarras y otros útiles que necesitaban y en la compra de libros para los niños que por su pobreza no podían adquirirlos” y cuando Carbo abandonó sus funciones y el partido liberal retiró su colaboración al Gobierno, presentó la renuncia.

Ya solamente veía sombras y solo tenía 34 años. Algunos ultramontanos, que reprochábanle su posición radical, tejieron la conseja de que su ceguera era castigo divino por “haber probado carne de cerdo un viernes santo después de una endemoniada borrachera” y no solo allí paró el cuento sino que también agregaban que “estando acostado al pie de un árbol y borracho, una ave había defecado en sus ojos”, sin embargo el no hacía caso y trabajaba intensamente para sostener a su familia que creció hasta llegar a siete hijos.

Después de los cuarenta años una molestosa sordera, que poco a poco se fue haciendo más pronunciada, complicaba su situación.

En 1.878 fundó el periódico “El Espectador” para atacar a los diputados gobiernistas de la Convención Nacional reunida en Ambato. A su paisano el Cnel. Luis Fernando Ortega dedicó una terrible parodia en endecasílabos, tomada del “Soneto a una nariz” de Quevedo. Veintemilla quiso atraerlo a su partido y hasta le ofreció un destino en Europa para que se curara la vista; que no aceptó.

En un viaje a caballo realizado con fines profesionales sufrió una caída y la rotura de su pierna y permaneció varios meses postrado en cama. En aquel tiempo hizo circular en Quito el No.12 de “El Espectador”, último de ese periódico montalvino, pues, la dictadura, se había endurecido. Juan Montalvo vivía oculto, Vela le visitaba y cuando viajó a Guayaquil en días de descanso y curación se dijo que “llevaba planes revolucionarios de Montalvo”. Después arreciaron las persecuciones y Montalvo se trasladó a Ipiales.

En 1.882 Veintemilla proclamó su dictadura y un grupo de jóvenes ambateños atacaron el 3 de Junio el cuartel de esa ciudad, pero fueron rechazados por el Gobernador Ortega (el mismo de la nariz) que aprovechó para desquitarse, apresó a varios y entre ellos a Vela, enviándoles al exilio por la frontera Sur.

El viaje fue largo y penoso y al final arribaron a Cuenca, obteniendo que les cambiaran de destino a Guayaquil y de allí partieron a Nicaragua, donde les trataron bien, con muchas atenciones. Semanas después Vela pasó subrepticiamente al Perú y de allí siguió a Colombia, donde lo esperaba su esposa y su suegra y disfrazados regresaron a Ambato, escondiéndose hasta la toma de Quito en enero de 1.883.

Para continuar la lucha contra Veintemilla fortificado en Guayaquil, el 27 de ese mes fundó el periódico “El Combate”, saludando a los desterrados que regresaban al país. El 3 de Junio arengó a la Juventud con motivo del I aniversario de la intetona golpista y fue respondido por los conservadores de Quito que lo calificaron de “falso patriota”.

Después de la caída de Veintemilla siguió editándose “El Combate” y escribió contra los diputados reunidos en Quito. Estos le contestaron expidiendo la Ley orgánica de la Función Judicial, que excluía de la judicaturas y asesorías a los ciegos y a los sordos y por más que protestó contra ese atropello, que le privada de obtener el pan de sus hijos, quedó sin su medio de subsistencia.

De todos modos se mantuvo en la lucha política y doctrinaria. Los conservadores de Quito le endilgaron varios folletos de los que se conocen el firmado por “Unos católicos” y el del Presbitero Fidel Banderas, Cura de Quero. Su amigo Juan León Mera también le refutaba desde “El Republicano” y polemizaron agriándose los ánimos. En 1.884 Mera dio a la Luz el folleto “Varios asuntos graves. Otra carta al Dr. Juan Benigno Vela”, donde se portó grosero. El arzobispo Ordóñez también le atacó censurando sus opiniones y en una Carta Pastoral le exigió una retractación pública, que Vela supo escribir tan sutilmente, que terminó la discusión sin dar su brazo a torcer.

En mayo del 84 el presidente Placido Caamaño le propuso la fundación de un periódico pro gobiernista. Al poco tiempo insistió en su pedido y Vela volvió a rechazarlo pues se encontraba en plena campaña ideológica, comentando los abusos y equivocaciones del régimen, hasta que el 15 noviembre fue apresado junto a otros prestantes liberales que a los pocos días salieron libres; no así Vela, a quien condenó el ministro de Interior José Modesto Espinosa al pago de 2.000 pesos de fianza o a partir al confinio en Cuenca.

Vela era pobre y como no podía pagar apeló del confinio; entonces el Ministro lo desterró al Perú. El 23 de diciembre protestó por este nuevo abuso y fue obligado a marchar a Guayaquil, pero ni bien hubo arribado al puerto se le obligó a regresar a la capital y permaneció seis meses preso en el Panóptico.

En Junio de 1.885 salió libre y volvió a editar “El Combate”, alcanzando gran popularidad y llegando hasta el número 66. Entonces Espinosa ordenó su enjuiciamiento penal por injurias vertidas contra el Presidente de la república. Vela escribió una carta a Caamaño indicándole: “no cambiaré de tono, es mi lenguaje el rudo y severo de la verdad”. Esta viril actitud le granjeó la simpatía del país y el “Comité Patriótico de Liberales del Guayas” lo condecoró con Medalla de Oro.

Caamaño tuvo que soportarlo por algún tiempo más pero en 1.886 lo confinó a San Miguel del Chimbo. Poco tiempo después Vela se presentó de improvisto en el despacho de Espinosa quien lo mandó al Panóptico, donde por lo menos recibió las visitas de su cuñada Zoila Ortega Chiriboga, que le leyó y sirvió de secretaria hasta que a fines de ese año volvió a gozar de libertad, pero en abril lo continuaron persiguiendo y tuvo que ocultarse en el campo. Estas prisiones y persecuciones en su contra le atrajeron la atención del país. Su titánica lucha doctrinaria unida a su grave deficiencia audiovisual le convirtieron en héroe y mártir.

“El Guayas” en su séptimo número pidió iniciar una suscripción en dinero para enviarlo a curar a Europa. En 1.888 retornó al Panóptico por ser sujeto peligroso pero salió poco después y al finalizar el periodo de Caamaño cesó “El Combate”.

Durante la presidencia de Flores Jijón mantuvo buenas relaciones con el ejecutivo publicando “La idea” entre el 88 y el 89; en 1.890 editó “El Argos” donde sostuvo varias polémicas con Juan León Mera a quien fustigó con el artículo “Soberbia y Egoísmo” bajo el seudónimo de “Silvio”. Los liberales de Bahía de Caráquez le obsequiaron una pluma de oro.

En 1.891 falleció su esposa sumiéndole en el dolor. Sus hijos quedaron tiernos y para reanimarlo, sus amigos le brindaron un homenaje en el Colegio “Bolívar”. En 1.892 el presidente electo Dr. Luis Cordero, de paso hacia Quito, visitó en su casa al “rebelde ciego”, como ya le conocían en todo el país.

En 1.893 fue electo Concejal del Cantón y ocupó la presidencia del Concejo. El 94 rechazó la propuesta de hacerse cargo de un asunto del Fisco que debía resolverse en Babahoyo y al conocer el negociado de la bandera formó y presidió la “Junta Patriótica del Tungurahua”. Poco después rechazó las maniobras del Vicepresidente Dr. Vicente Lucio Salazar que había convocado a elecciones. Estructuró en Ambato la “Dirección General de la Guerra” y el batallón “Vengadores de la Patria” que puso a las órdenes del Cor. Francisco Hipólito Moncayo, pero los liberales de Quito lo desarmaron y disolvieron. Entonces ayudó a formar la “Columna Tungurahua” que luchó en Gatazo con el comandante Carlos Fernández.

Mientras tanto había viajado a la Costa y al arribar a Babahoyo fue objeto de grandes honores. En Guayaquil el Consejo de Ministros delegó a José de Lapierre para que presidiera un apoteósico recibimiento al “ilustre patriota y esclarecido hombre público, por ser protagonista incansable de la buena doctrina”.

De regreso a Ambato fue designado Jefe Civil y Militar. Viajó a Quito y arregló varios asuntos graves del Gobierno, entre otros el allanamiento de la legación de Venezuela. Al mes siguiente pasó a ocupar a Gobernación del Tungurahua con facultades extraordinarias.

Alfaro le designó casi enseguida miembro principal de la “Comisión Revisora de Legislación ecuatoriana” para elaborar el proyecto de Constitución Política y las leyes secundarias con S/. 300 mensuales y un secretario pagado; mas al poco tiempo, renunció, descontento con las confiscaciones del gobierno y para protestar por el inicuo fusilamiento del periodista Víctor León Vivar fundó “El Pelayo” el 26 de septiembre de 1.896, periódico que fue adverso al gobierno de Alfaro.

Electo Diputado a la Asamblea Constituyente a reunirse en Guayaquil prefirió no concurrir y Manuel J. Calle quiso entrar en polémica con Vela en varias cartas que escribió en el periódico “El nuevo régimen” y cuando la Asamblea pasó a sesionar en Quito ocupó su curul, ayudado de un cornetín auditivo al oído e intervino en las discusiones acusando el crimen cometido contra Víctor León Vivar. También pidió la abolición de las deudas de los indígenas, se negó a firmar la Constitución, votó en blanco para la elección de Presidente de la República y obtuvo un acuerdo en favor de los rebeldes cubanos que luchaban contra España. Por todo eso “los compañeros diputados pretendían ver excentricidades en su conducta o por lo menos contradicciones” lo que no fue obstáculo para que derogaran el inicuo Decreto de 1.883, rehabilitándole al libre ejercito profesional. Este noble gesto le reconcilió con Alfaro.

En 1.898 murió su hija María, fue electo Senador suplente por el Tungurahua y al año siguiente perdió la vida su hijo Atahualpa, luchando en la batalla de Sanancajas contra los conservadores alzados en armas en el centro de la República.

En 1.900 fue principalizado, concurrió a las sesiones del Congreso y presidió la Comisión de Legislación sin hacer oposición a Alfaro. Había comprendido que el liberalismo requería de la unión de todos sus miembros para implantar en el país su saludable doctrina y el beneficio de la reformas que tantos años habían demorado en arribar al país.

En 1.901 apoyó la candidatura de Leonidas Plaza contra la de Manuel Antonio Franco y concurrió por cuatro años a las sesiones, del Congreso, siendo factor influyente en la expedición de la Ley de Elecciones, de Instrucción Pública, de Culto, de Registro Civil y el Código de Policía.

En 1.906 fue comisionado por el Presidente Alfaro para redactar el proyecto de la nueva Constitución con S/. 400 mensuales de sueldo, cumpliendo tan importante labor en sólo cuatro meses. El proyecto fue aprobado casi sin modificaciones.

Poco después volvió a distanciarse de Alfaro y al producirse la revolución del II de Agosto de 1.911 medió ante el Congreso para que no se rompiera el orden constitucional.

Entre 1.912 y el 19 siguió de Senador y fue hombre fuerte en los regímenes de Plaza y Baquerizo, pero varias neuralgias y molestias le aquejaban. En febrero de 1.920 murió de fiebre tifoidea su hija Corina, que le hacía de secretaria. Su hijo Cristóbal lo trasladó a la quinta de Miraflores para ver si lograba superar el contagio en medio de la naturaleza, pero todo fue en vano. Nuevamente en Ambato, le sobrevino un infarto cerebral, perdió el habla y murió conciente el 24 de febrero, a la avanzada edad de 76 años. Cristóbal falleció poco después, también de tifoidea.

Fue su vida un modelo de virtudes pues siempre luchó por el imperio de la verdad, la justicia y la libertad. Probo y severo a la par que modesto y tolerante, gustaba de amenidades y chanzas en el trato familiar. Su carácter violento y fiero. Hablaba a gritos por la sordera y se trasladaba en su casa por todos los cuartos -sólo y sin ayuda- a pesar de su ceguera. Gran memoria para recordarlo todo, nunca probó el alcohol y detestaba a quienes lo hacían. Caminaba rápido y siempre con la cabeza levantada, orgulloso de si mismo, con el sano orgullo de los que se saben cumplidores de su deber. Sus alegatos luminosos y espléndidos. Sus discursos vibrantes a la par de francos, sencillos, convincentes y llenos de lógica. Brilló en los congresos donde su palabra era respetada. Su obra jurídica y periodística permanece dispersa y en espera de ser recogida.